Huida
de plomo capital en las entrañas
y sus brazos parezcan ataduras
de nudos invisibles.
Cuando ciego de ira desafiante
empuñe la razón como una espina,
feroz en la benévola advertencia
de segarte las alas.
Cuando exija con gesto autoritario
la parte de tu vida que le toca
como un tirano torpe;
tú dile que regresas enseguida,
que vas a ver si llueve,
y corre hasta quedarte sin aliento. ©
Del libro De diluvios y andenes.
Recitado en el Tortoni y el Manzi-Radio UAI