Rondadora
sin candado ni aldabas,
como un grave rehén a la fuerza
en la fría frontera del alba.
Nadie escribe el dolor en la arena
ni se quita la pena con agua,
dónde fulja tu amor, pronto, cerca,
arderá la esperanza.
Y tendrás otro par de alas nuevas
apretadas de luz a la espalda
como dos atalayas pequeñas;
rondadora mujer de mi alma,
indicando el umbral tu puerta,
advirtiendo, de todas, tu casa. ©
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